Se pone a la venta un pueblo segoviano casi entero por 2,1 millones de euros
La pequeña localidad segoviana de Barahona de Fresno se vende casi en su totalidad por 2,1 millones de euros, según confirma a OKDIARIO la inmobiliaria online Propertista. El propietario, que según la empresa adora este pueblo de sólo 6 habitantes, ha decidido deshacerse de la propiedad para que alguien pueda llevar a cabo un proyecto interesante que no lo lance a las fauces del olvido.
Se trata de un conjunto de arquitectura rural perteneciente a la provincia de Segovia y está situado en plena naturaleza y a los pies de las Sierras de Ayllón y Somosierra. La pequeña localidad posee un hotel, varias casas rurales adosadas y edificaciones en ruinas por rehabilitar.
“Una gran oportunidad inversora que podría devolver vida a los pueblos que se encuentran casi en el olvido”, explica Lorenzo Ritella, CEO de Propertista. Según señala, además, ya hay un comprador extranjero interesado en comprar, “aunque aún es un poco pronto porque solo llevamos moviendo la propiedad una semana”, añade.
Un extranjero interesado en una propiedad natural española, casi recuerda a la historia de la novela “Entre Limones”. Un relato en primera persona de Chris Stewart, un inglés que deja suelo británico para instalarse con su mujer Ana en un cortijo de la Alpujarra granadina. Un lugar, por cierto, en el que sigue viviendo junto a su familia a excepción de su hija Chloe que actualmente trabaja en Asia.
Pero fuera de relatos literarios, la crisis económica, social e inmobiliaria que ha sufrido España desde 2008 ha propiciado la vuelta de los más urbanitas a los pueblos. De hecho, son muchas las personas que optan por regresar a la naturaleza para comenzar nuevos proyectos sostenibles y, de paso, insuflar vida a nuestra España vacía.
Ritella, que opera con Propertista de manera online, comenta que cuando le llegó esta propiedad de Barahona de Fresno lo “tomamos como un desafío” porque se trata de una operación con “compromiso social y un producto totalmente distinto al que solemos vender”.
El vendedor, explica Ritella, es un propietario de Madrid que “está enamorado de la zona y lo adquirió por su pasión por toda su cultura, gastronomía, naturaleza, etc”. Entonces, ¿por qué lo vende?, le pregunto confusa. “Lo vende porque al final es el clásico producto que necesita mucho mantenimiento” y, además, explican desde Propertista “el propietario no tiene un proyecto claro para hacerlo rentable y le salía caro el mantenimiento”.
El CEO de la compañía señala que el precio de salida asciende a 2,1 millones de euros, aunque matiza que no se vende el pueblo en su totalidad. Explica que hay “10 construcciones que están en buen estado, pero otras 10 hay que reformarlas enteras, no sólo es el gasto de adquisición, sino además llevar a cabo la rehabilitación”.
El municipio cuenta con una iglesia románica del S. VII que es muy celebrada por los aficionados al arte medieval español, aunque – obviamente- esta arquitectura no está a la venta.
El propietario quiere que no se deje en el olvido el pueblo y está seguro de que llegará alguien que tenga un proyecto en mente que insufle vitalidad a Barahona de Fresno que está a las puertas de la despoblación total.
Barahona de Fresno cuenta con solo 6 habitantes, aunque en verano sube algo más la cifra por los familiares y veraneantes. No obstante, si no llega un inversor que apueste por un modelo de negocio rural y sostenible el pequeño municipio podría convertirse en solo un recuerdo.
El caso de Aldeaduero (Salamanca)
Eso sí, cabe destacar que no es la primera vez que se pone a la venta un pueblo entero para que no desaparezca o para que las viviendas no queden en ruinas. Aldeaduero, pequeña localidad ubicada al Oeste de Salamanca y en la frontera de Portugal cerca del “Parque Natural de los Arribes del Duero”, fue comprada hace alrededor de una década por el empresario Balbino Fraga, para convertirla en un complejo de casas rurales con iglesia, hotel, restaurante, casino e instalaciones deportivas.
El municipio salmantino fue levantado en 1954 para albergar a los empleados de Iberdrola, sin embargo, cuando Fraga compra la propiedad ya llevaba años abandonada.
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